A UNAS PIERNAS INFINITAS

Era dama de piernas torneadas,
dos estelas creciendo enredadera,
serpientes de una madre posadera,
eran columnas de oro repujadas.
Dos látigos de amor bien engrasados,
dos sendas infinitas de lascivia,
eran los cascabeles de la envidia,
dos imposibles trazos dibujados.
Eran dos naves llenas de perfidia
que a Venus me llevaban abrasado,
corriendo como toro hacia la lidia.
Eran dos escaleras de granito,
peldaños de erotismo calculado,
elevando mi cuerpo al infinito.
M.A.W. Noviembre 2003®
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